viernes, 27 de mayo de 2016

Diego Roel




Amma Domnina

(5 de enero. Anacoreta en Siria)


Olvidada por los hombres,
lejos de las ciudades y del mar
repito día y noche:
Santo, Santo, Santo.


Mi cuerpo es una herida interminable.


Me rodearon las bestias del desierto:
¿quién salvará mi alma?


Me rodearon y asediaron las sombras:
¿quién romperá el lazo de la muerte?


Olvidada por los hombres,
lejos de las ciudades y del mar
riego con lágrimas el suelo,
espero la preciosa semilla.


(de "Kyrios", detodoslosmares, 2016)



Juvencio Valle




Árbol de Paraíso

No me dejes caer en la tentación, Margarita
apártame de tus dedos sabios como alfileres,
apártame de la cáscara de tu tronco con flores,
del caballo más dulce, apártame tú que puedes.


Líbrame de los viajes de miel al otro mundo
si debajo de un árbol el caballo me espera,
líbrame de los garfios de la montura blanca
de los lomos de nardo de la yegua canela.


Que no corran unidas la carrera preciosa,
la manzana del cielo y el puñal de la tierra.


No me dejes correr en tus canchas de flores,
que no pise tus hierbas fatales, Margarita,
en tus aguas ocultas que no derrame espumas,
en tus piedras azules que no levante chispas.


Desvíame de tus aguas -alcohol en racimo-
de las violetas aguas de tu amapola roja,
de la zarza envolvente y del surco en camino,
de la culebra de oro que en el árbol se enrosca.


Desvíame de la flecha, de la curva y la línea,
y del alto y florido columpio de la hoja.


Eres árbol de leche, paraíso e higuera,
y estos fuegos alertas quieren quemar tu casa
explorar tus jardines y pisar en tus sedas,
Margarita, levanta tu varilla de gracia
y defiéndeme del avance de la tenaz culebra.



Eduardo Anguita



El Poliedro y el Mar

I

Me ha sido dado un poliedro frente al mar :
un cuerpo muy sólido pero invisible,
una compacta reunión de lejanías,
con todo su silencio endurecido,
toda su ausencia próxima,
y cuanto más palpable, despojado.

Era dulce dejarse ir por sus aristas
más veloz que la mirada vuelve al sol,
ciego volar sobre la línea pura hacia un encuentro :
cuando quise pensar en dónde estaba, tuve un vértigo :
¡la arista, la línea, no era nada!

Deslicé por la nada que forman
dos caras del poliedro besándose :
del beso lineal quise subir al labio,
tenderme en las superficies,
reposar por fin en la extensión dorada.

Así, mientras lo hacía,
desdeñe el azul profundo del oceano
desde mi valle de cuarzo fantasmal.

Mas, ¿qué es eso? La extensión también era sólo límite puro :
¡donde un volumen iba a nacer, otro cesaba!
En ese silencio cortante,
en ese filo más exiguo que entre beso y boca,
¿Había yo creído tocar la substancia?
Sólo era volumen contra volumen despojándose :
¡y eso que era la nada, inasible y fugaz,
con cuánto amor ausente me atraía!

Frente al océano exclamé :
¡Todo no es más que lejanía!
............-- ¿Qué sabes tú? Cien niños juntos, cada uno de diez años,
¿suman mil años?

No sé. Arrojé al mar el poliedro
porque tuve conciencia que me había mentido.

Óscar Hahn


Hueso 

Curiosa es la persistencia del hueso
su obstinación en luchar contra el polvo
su resistencia a convertirse en ceniza
La carne es pusilánime
Recurre al bisturí a ungüentos y a otras máscaras
que tan sólo maquillan el rostro de la muerte
Tarde o temprano será polvo la carne
castillo de cenizas barridas por el viento
Un día la picota que excava la tierra
choca con algo duro: no es roca ni diamante
es una tibia un fémur unas cuantas costillas
una mandíbula que alguna vez habló
y ahora vuelve a hablar
Todos los huesos hablan penan acusan
alzan torres contra el olvido
trincheras de blancura que brilla en la noche
El hueso es un héroe de la resistencia


Omar Cáceres



Mansión de espuma


Con mi corazón, golpeándote, oh sombra ilimitada,
Apacienta los bríos absolutos de estas estampas perdurables;
Huyendo de su vida, pienso, el que parte limpia el mundo,
Y así le es dado reflejar su imagen dulcemente terrestre.

Un pueblo (azul), trabajosamente inundado
Va a pasar la dura estación equilibrando sus paisajes
Tiempo caído de los árboles, cualquier cielo podría ver mi cielo.

El blanco camino cruza su inmóvil tempestad.

Muda voz que habita debajo de mis sueños,
Mi amiga me instruye en el acento desnudo de sus brazos,
Junto al balcón de luz disciplinado, tumultuosa,
y desde donde se advierte la aún no soñada desventura.

Revestido de distancias, entre hombre a hombre–magro,
Todo naufraga, “bajo el pendón de su postrer adiós“;
Dejé de existir, caí de pronto, desamparado de mi mismo,
Porque el hombre ama su propia y obscura vida solamente.
Ídolo ignoto ¿Qué he de hacer para besarlo?
Legislador del tiempo urbano, desdoblado, caudaloso,
Confieso mi autocrimen porque quiero comprenderlo,
Y en los rompientes de su soledad de piedra despliego mis palabras.


jueves, 26 de mayo de 2016

Andrea Zanzotto




Sylva


Finita, ayer, mi corazón te dijo.
Y aún principio no tenías
y aún no estás en el principio
y siempre eres anuncio del principio.
Intacta, fortificante piedra.
Mundos, furor nítido,
heridas innúmeras excelsas.
Cuerpos y ojos en joyero y cuna, cuerpos
cándidos, células
de activas nieves,
móviles cuerpos ternuras
en la mano, terror
en el alma, bruñidas
fosforescencias sobre tormentas y fallas. Yo
yo os reclamo, yo soy.
Todo aún: otras irisadas vivaces
tentaculares psiques,
otros escombros llenos de semillas,
otros misterios latentes, todo
aún
todo por consumar y por servir.
No tiene principio el amor.
“Ahora torna el año, sobre este cerro…”


Y frondas foscas sombrío en el fondo
del bosque, del único bosque,
del bosque eterno me hacen, me viven,
me murmuran
en miles de coros oscuros.



sábado, 21 de mayo de 2016

Jacobo Rauskin



EL APRENDIZ

Un año es hoy el puerto que la nave toca.

El puerto es una lluvia con mástiles.
Mejor no hablemos de la nave,
hablemos de esta lluvia de ayer
que todavia cae en la ventana.
El aprendiz oye a la lluvia,
la mira como ella quiere que la miren.
Así como los árboles son lluvia con hojas,
el aprendiz se siente lluvia con zapatos,
va pisando una mezcla de barro y sueño,
una promesa del paraíso.
Entre fusiles y desfiles y lápices y goma
de borrar borradores de un poema,
sin vocación para las armas
donde un joven, si es pobre y no es soldado,
es poco menos que un fantasma,
el aprendiz aprende a leer, realmente,
a leer una carta escrita por la lluvia.
Se fue la lluvia, queda la carta.
Se fue el silencio, caen las hojas
del calendario en una película.
Escena inevitable, la del calendario.
Las hojas caen, dejan ver los números,
los nombres de los días y los meses.
Así es como se entera el espectador.
De algo está seguro el viajero,
no es un espectador de sí mismo.
Vuelve siempre que puede
a la ciudad de la ventana en la lluvia de ayer,
a un país del amor y su gente,
gente oscura, sin suerte en el juego.
Vuelve y con él volvemos
a una joven de cabecita linda,
de mirada vacante y de corazón acéfalo.
Él la quiere, ella baila en el teatro.
Hay un café cerca del teatro.
Ahí, los justos en una mesa, el injusto en otra.
El joven no saluda al injusto.
Todo se explica por sí mismo,
dice a sus compañeros, menos la injusticia.
Los años son a su ningún oficio
lo que los siglos a una hormiga.
Hoy dice ser un viejo aprendiz de poeta.
Y puesto que vivir es misterio suficiente,
no quiere para sí la certidumbre
del fuego que ya fue.
En eso anda,
en robar otro fuego para después firmarlo.


jueves, 19 de mayo de 2016

Rosamel del Valle




Orfeo

II

Ah, la varilla que daba beber rocío a la noche!

Las cavernas terrestres se han deshecho en sombras y fraguas

Poseídas de pronto, en el viaje donde mi boca

Adormecía el sonido de los animales bebiéndoles el miedo.

Tan solo estaba mi destino detrás del día, detrás de los ojos

Encantados por mi gracia ajena a las tinieblas?

¡Oh, encantador! Lecho del aceite, pero dura harina

para el sonámbulo terrestre, para el que salía a escucharse.

Y es verdad, no hay ojos en acecho ni hocicos sonrientes

Ni respiración cerca de la magia. ¡Oh, encantador!

Y la máscara de Eurídice, hermana del fuego?

Perdida está en su propia lámpara, en la rueda

Donde mis artes duermen lejos del verano.

Pero hay un himno hombre adentro y allí la tierra

Se reconoce en mí haciendo que el agua se asemeje

Al sonido errante de Eurídice y a lo que su sueño

Cruza de pronto entre los animales que la visten.




Oh, dedos míos, y lengua sin fortuna,

Colinas donde me senté más de una vez entre los fuegos.

Sonido terrestre y mío, nortes desatados

Y tempestad invasora del ritmo y de la tranquilidad.

Pero mis artes llamaban al lecho del trueno

Y a su huevo a la lluvia, a los pozos al viento.

¡Artes mías! el cielo abría las cascadas,

La tierra ascendía entre las tablas del alba.

Se me debió oír poblar soledades. No tuve siempre pies

Para pisar raíces y piedras en el aire?

Mi garganta decía: "Venid, seres del miedo, venid.

Venid, imágenes desgarradas, fuegos tenebrosos;

Mundo brillante de imanes, visiones de los bosques.

Los túneles crearon la encantada salida"

Qué pedir si no lo mío? Viejos presagios, tempestades

al borde de mi cuna, un día.. .

Y el trueno en mi cabeza poblada de cuerdas.

Oh, maravillosa rueda de la noche, madre de mi frente.

Me has vuelto los ojos hacia otros espacios,

Hacia las cavernas cerradas donde cavan los ecos.

Tú que guiabas los sueños por una cálida orilla

En el mar nocturno, hermano de los náufragos.

Sacudidos están los vientos y nada tocan los dientes

Si no es la obscuridad que me sobre pasa.

y el calor, el hijo de los monstruos, el calor

Sale a mi encuentro vestido de espinas y dedos,

Alrededor de imágenes y máscaras.

Oh, luz perdida, lámpara en rehenes en el tiempo!

Un día los hombres se miraban en ella para verse pasar.

El cántico solo daba una forma de vino,

Las piedras se movían en la tierra de los muertos,

Lejanas, habitadas, oyéndose llamar.

Toda la vana esperanza estaba allí, en lo perdido,

en la familiaridad de la noche.



. . . O aquí mismo, en esta niebla de diamantes, 

En esta alba de fieras echadas donde las cosas 

Descienden con la tranquilidad del ahogo, en el agua. 

Estos eran los abismos donde caía mi voz, 

Las redes que la encantaban para no regresar? 

Dejad reconocer las huellas, tocad la humedad 

Y el cuerpo y el movimiento de mi miedo nocturno. 

Temblad, extraños nidos de ángeles, 

Edén de los hijos rebelados, temblad. 

Agua y tierra, espacio de las madres errantes. 

Lo sé, es el brillo seductor 

De la otra hermana de la noche, de la ondina perdida.

(de "Orfeo" 1944)

jueves, 12 de mayo de 2016

Gregory Pardlo



Otoño después de la huelga





Tú crees

que si extiendes lo suficiente



tu red de deseo y voluntad, algo significativo

te responderá. Quizá nosotros mismos somos la respuesta:



cada uno un eco expandido que murmura, que vibra en el momento

anterior a recogerse.



Pero tú eres tozudo como Ulises en el mástil, como lo fuiste

el 81 mientras Reagan te ordenaba que volvieras al trabajo. Fuiste presidente



del sindicato local, revolviste con tu voz de trabajador

a la voz que logró castigar al ballet Ptoloméico de tráfico aéreo

con el propósito de un paro temporal;



la usaste para negarte a quebrar la protesta en que caminé

a tu lado en el exterior del Newark International.



Extraño sentarme junto a ti en la consola mientras trabajabas

el turno del cementerio en la torre. Mamá y yo te visitábamos

con nuestros sacos

de dormir.



Yo podía ver millas y millas de la carretera oscura, los sombríos

edificios oficinales que parpadeaban celdas con insomnio, el asfalto



extendido ante nosotros como la sábana de un picnic y a ti,

como un Buda de jade

difuminado en el fulgor de los radares.



Tú colocarías el micrófono frente a mí, cabecearías, y me permitirías dar

la palabra.

Yo llamaba de vuelta a casa a mis estrellas, y las trayectorias aéreas

se doblaban con el peso de mi voz.



Dices que extrañas guiar a aquellos leviatanes, cada uno atrapado

en el fierro

de tu liturgia. Yo, también, soy cautivo por la dura, ahora oxidada, música

de tus aerófonos.



Sigo tu música al día del accidente que contabas como un cuento:

tenías dieciséis, saltando entre las columnas que dividían jardines

de un lado de Widener Place hasta el otro, tratabas de impresionar a mamá.

Imagino la manera en que saltabas como la de una hoja montada

en el agua; cuando alcanzaste



el penúltimo, el talón de goma de tu zapato Chuck Taylor fue besado

por la columna, distorsionando tu ritmo mientras rodabas por el aire

de cabeza,



con brazos extendidos, meneándote hacia el último como con gran determinación

o ganas de vomitar. Por la manera en que aterrizaste,

con la garganta,

la columna



pudo haberte arrancado la cabeza. Desde entonces, tu voz se escucha

como un telegrama de tiempos de guerra: una andrajosa comunicación escrita a máquina



con la que pasas saliva con tu tos de fumador negra como llanta

rodando entre las nieves. Aquél otoño después de la huelga



éramos tan pobres que tú vendías todo excepto nuestro hogar. Dime, papá,

si cuando te parabas a la puerta gritando que entrara por las noches



podías escucharme hablar a los copos de nieve que caían

detrás de los postes de luz,

Si podías oírme allá afuera, imitando tu imitación de las oraciones.




Vijay Seshadri



Número imaginario


La montaña que perdura cuando el universo es destruido

no es grande ni es pequeña.

Grande y pequeña son



categorías relativas, ¿Y con qué

se podría comparar a la montaña que perdura cuando el universo

es destruido?



La conciencia observa y se apacigua.

El alma se despeña en los escombros.

El alma,



como la raíz cuadrada de menos 1

es un imposible que tiene alguna utilidad.




miércoles, 4 de mayo de 2016

Amelia Rosselli




Las flores crecen como dones y después
se dilatan
una vigilancia aguda las silencia
no cansarse jamás de los dones

El mundo es un diente arrancado
no me pregunten por qué
hoy tengo tantos años
la lluvia es estéril.

Buscando las semillas destruidas
eras la unión marchita que buscaba
robar el corazón de otro para después
usarlo.

La esperanza es un daño quizá definitivo
las monedas resuenan crudas en el
mármol
de la mano.

Convencía al monstruo de que se
escondiera
en los cuartos limpios de un albergue
imaginario
había en el bosque pequeñas víboras
embalsamadas.

Me disfracé de cura de la poesía
pero para la vida estaba muerta
las vísceras que se pierden
en el barullo
mueres barrido por la ciencia

El mundo es sutil y plano:
Deambulan allí pocos elefantes, obtusos.


(de "Documento", ed Garzanti, 1976)