lunes, 14 de diciembre de 2015

Alfonso Gatto




Viento en la Giudecca

Vientos, vientos que saquean las naves
y descienden al frío
y están muertos.


¿Quién podría explicarlos cuando afluyen
fogosos los adioses
en donde vibra intenso, intenso el mar
y del mástil flamea la mañana?


Toda una mujer, toda vigor, toda amor,
y es rosa la manzana, rubio el pan
de la Pascua de abril…


Y eras tibieza
y eras el sol, su brillo, de ladrillo en ladrillo,
y más allá del muro: el campo, el cielo.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Gabriel Yeannoteguy



Microscópica

Cuando por primera vez el ojo dictaminó que los veía
o bien antes, cuando los imaginó existentes,
o bien ya después cuando lanzados al mundo
se volvieron las fuerzas vivas más antiguas,
más extensas, más poderosas,
todo lo diminuto e invisible a ojo desnudo,
todo lo iridiscente y opaco del mundo microscópico,
fascinante, se tornó
la conquista más imaginada del biolo o del quimio
-a fuerza de imaginar lo que no se ve
aún viéndolo, porque es un acto de fe.

Pero pronto abandonaron, como todo,
su lugar fantástico en la Creación
científica
y ya hoy sirven, apenas, para vender Lysoform,
es decir, vender -es decir, reproducir-
el pánico del contagio, de la transmisión,
el pánico a lo pequeño, a lo invisible.

Como nuevos miasmas, los microfantasmas
se acumulan en los dedos,
en los picaportes, en el suelo,
en el cuello que beso y me deja un gusto tibio.

(de:"El patrón" ed. En Danza, 2015)

sábado, 10 de octubre de 2015

Archibald MacLeish




Ars Poética

Un Poema debe ser palpable, y mudo
Como una fruta redonda 


Sin voz
Como viejos medallones contra el pulgar 

Silencioso como la piedra gastada por las mangas
En el alféizar donde ha crecido musgo; 

Un poema debe ser sin palabras
Como vuelo de pájaros 

Un poema debe estar inmóvil en el tiempo
Mientras la luna asciende 

Dejando, como la luna suelta
Ramita tras ramita los árboles enredados por la noche, 

Dejando, como la luna tras las hojas de invierno,
Recuerdo por recuerdo la mente; 

Un poema debe estar inmóvil en el tiempo
Mientras la luna asciende 

Un poema debe ser igual a:
No es cierto 

Por toda la historia del pesar
un portal vacío y una hoja de arce

Por el amor
Las hierbas inclinadas y dos luces sobre el mar: 

Un poema no debe significar
Sino ser. 

(Versión de E.L. Revol)


Randall Jarrell



La cara


Ya no sirve, no es hermosa;

Ni siquiera joven.

No es mía.

¿Dónde está la de antes, las de antes?

Esas eran mías.



Así es la cosa: tengo fotos,

no tan viejas; la gente se comportaba

de otro modo entonces.Cuando me encuentran, me dicen:

No has cambiado.

Me dan ganas de decir: no has mirado.

Esto es lo que le pasa a todo el mundo.

Al principio uno se hace más grande, sabe más,

después algo empieza a andar mal.

Uno es y uno dice: yo soy;

y uno fue.Yo he sido demasiado tiempo.



Ya sé, de nada vale decir que no,

pero lo mismo uno lo dice. No.


Me apuntaré con un dedo y diré: yo no soy así.

Adentro soy como siempre.

...Y ni siquiera eso es exacto.


Pensé: si no pasa nada...

Y no pasó nada.

Aquí estoy.


Pero esto no es justo.

Si el sólo hecho de vivir puede hacer esto,

vivir es lo más peligroso del mundo.


Es tremendo estar vivo.

(Versión de E.L. Revol)



Richard Eberhart




La Marmota

En junio, en medio de los campos dorados,
Vi una marmota muerta tendida.
Ella yacía muerta; mis sentidos se agitaron,
Y mi mente abarcó nuestra desnuda fragilidad.
Allí, humildemente, en el vigoroso verano
Su forma comenzaba el absurdo cambio,
Y hacía a mis sentidos vacilar confusos
Al ver la naturaleza brutal con ella misma,
Revisando de cerca la fuerza que la agusanaba
Y la hirviente caldera de su ser,
Mitad con repugnancia, mitad con un amor extraño,
Hurgué en ella con un palo, encolerizado.
La fiebre surgió, se convirtió en llama
Y el Vigor circunscribió los cielos,
Energía inmensa del sol,
Y a través de mi esqueleto un sombrío estremecimiento.
Mi palo no había hecho ni bien ni mal.
Entonces me mantuve en silencio a la luz del día
Mirando el objeto, como antes;
Y perseveré en mi veneración por el saber
Tratando de controlarme, de apaciguarme,
De reprimir la pasión de la sangre;
Hasta que caí de rodillas
Suplicando por la alegría ante la visión de la podredumbre.
Y así me despedí; y regresé
En agosto con ojo escrupuloso, a ver
A la savia ya extinguida de la marmota
Pero aún quedaba la huesuda armazón podrida.
Aunque el año había perdido su sentido,
Y encadenado al intelecto
Perdí tanto el amor como el asco,
Aprisionado entre los muros de la erudición.
Otro verano se apropió de los campos nuevamente
Sólido y abrasador lleno de vidaPero cuando por acaso, llegué al paraje
Había solo un poco de pelo,
Y huesos blanqueándose bajo el sol
Hermoso como arquitectura;
Los miré como un geómetra,
Y corté una vara de abedul para un bastón.
Esto fue hace tres años.
Ya no hay señal de la marmota.
Permanecí allí en el verano vertiginoso.
Mi mano cubriendo un corazón marchito,
Y pensé en la China y en Grecia,
En Alejandro en su tienda de campaña,
en Montaigne en su torre,
en Santa Teresa en su desgarrado lamento.


(Versión de Carlos Barbarito)


Hart Crane



CHAPLINESCA

Humildemente nos adaptamos
y contentamos con los consuelos azarosos
que deposita el viento
en los bolsillos desvencijados, demasiado amplios.

Porque aún podemos amar el mundo
cuando encontramos un gatito hambriento en nuestro umbral.
Y le buscamos cobijo contra la furia callejera,
cobijo en un cálido brazo doblado.

Nos apartaremos a un lado,
y en la mueca postrera
evitaremos la condena de ese pulgar inevitable
que dirige hacia nosotros su arrugada piel,
y haremos frente a la torva mirada,
¡con qué inocencia y con cuánta sorpresa!

Y, sim embargo, estas delicadas caídas
no son más falaces que las piruetas de un flexible bastón.
Realmente, no son nuestras exequias una consumación;
podemos eludirlas, huir de todo, menos del corazón.

¿Y qué vamos a hacerle si el corazón sigue viviendo?
El juego exige afectadas sonrisas.
Pero hemos visto la luna en calles solitarias
convirtiendo en cáliz un cubo de basura vacío.

Y entre todos los ruidos de alegría y de búsqueda,
hemos oído un gatito maullar en la soledad.

John Berryman



El poema de la pelota

¿Qué es el niño ahora, que ha perdido su pelota,
¿Qué, qué va a hacer? La vi irse
Alegremente rebotando, calle abajo, y después
Alegremente por – ¡allí está en el agua!
De nada sirve decir “Oh, hay otras pelotas”:
Un último estremecimiento de pena fija al niño
Mientras se sostiene rígido, tembloroso, contemplando
Todos sus días de juventud en el puerto donde
Fue su pelota. Yo no lo molestaría,
Una moneda, otra pelota, no tiene valor. Ahora
Él siente la primera responsabilidad
En un mundo de posesiones. La gente se llevará pelotas,
Las pelotas se perderán siempre, pequeño niño,
Y nadie compra una pelota de vuelta. El dinero es externo.
Él está aprendiendo, bien detrás de sus ojos desesperados,
La epistemología de la pérdida, cómo estar de pie
Sabiendo lo que todo hombre debe un día saber
Y la mayoría sabe muchos días, cómo estar de pie
Y gradualmente la luz regresa a la calle
Suena un silbato, la pelota está fuera de vista,
Pronto una parte de mí explorará el profundo y oscuro
Fondo del puerto… Estoy en todas partes,
Sufro y me muevo, mi mente y mi corazón se mueven
Con todo eso que me mueve, bajo el agua
O silbando, no soy un niño pequeño.


(Versión de Yanina Audisio)


viernes, 9 de octubre de 2015

Vasko Popa




Los admiradores de la pequeña caja


Canta pequeña caja


No dejes que te domine el sueño

Todo el mundo en ti vela


En tu cuadrada vanidad

Convertimos lo lejano en cercano

El olvido en recuerdo


No dejes que se te aflojen los clavos


A través de tu cerradura

Observamos por primera vez

Los paisajes fuera del mundo


Giramos tus llaves en nuestras bocas

Y devoramos letras y números

De tu canción


No dejes que vuele tu tapa

Que se desprenda el fondo


Canta pequeña caja


(versión de Juan Octavio Prenz, Poesía Yugoslava Contemporánea, ed. LAR, 1988)

miércoles, 30 de septiembre de 2015

José Campus



ciudad

hay
trigales detenidos en las manos.
soledad
de granos y de pájaros.
sombra
en la mañana
de todos los caminos
y un Cristo
que agoniza de olvido
entre trenes locos
aturdiendo el silencio


(de “Quiero”, 1962)

martes, 15 de septiembre de 2015

Maricel Santin



Menos mal

Mis abuelos
llenaban la frutera con remedios,
adornaban así el centro de la mesa.
Ahora mi papá pone las cajitas
al lado de su plato cuando come,
antes de sentarse las busca
y las apila.
La otra abuela hizo prometer
que no iban a operarla,
incluso moribunda escupía las pastillas.
Mi mamá lloraba
pegando pataditas en el piso,
no quería más
el remedio para la tristeza.
Si algo me duele
yo compro lo que dice la receta,
lo guardo un tiempo
y no lo tomo
por el miedo.

lunes, 17 de agosto de 2015

Valerio Magrelli



2. Recogimiento

Debilidad, debilidad mía,
¿qué voy a hacer contigo?
Tengo cincuenta años y tiemblo
cuando truena, no sé cuál es mi sitio
como cuando busqué mi banco en el asilo.
Tengo un cuerpo bordado por zarpas,
el sueño como un campo de escombros,
desmoronada la fuerza, la memoria en pedazos,
y en este Gran Derrumbe, lo único intacto eres tú,
herida mía, mi Graal, código de barras
de un extraño lesionado,
que falló, constreñido
a ser yo.
Debilidad mía, topo del enemigo,
criaturita indefensa, que me dejas indefenso,
el único y real premio de la muerte
será saberte muerta junto a mí,
mi motor,
mi horror,
mi consustancial derrota.

(de "Undici poesie sul Male e dintorni". Versiones  de Guillermo Fernández)


viernes, 14 de agosto de 2015

Nancy Bacelo



esta es la historia cierta

un par de atriles que ya no usa nadie

la expectante congoja del recinto

y el ruido a nada que golpea el vidrio

(por un momento que nadie llore por las cosas

idas)

alguien que afine un poco su instrumento

la tensión de esa cuerda

el ruido sordo

viernes, 22 de mayo de 2015

Hugo Lindo


Limonero Del Patio

Limonero del patio, yo recuerdo
tu matinal constelación dorada,
tus maduros planetas en el suelo
cantanzo zumos de amarillas gracias;
tu manera sutil de estar volando
en la invernal atmósfera del agua,
mientras en tu ramaje, las chiltotas
eran mudos ovillos de fragancia.

Recuerdo tu amorosa continencia,
tu dulce charla de hojas agitadas
y la quietud celeste que subía
hasta el perfume en tus dormidas aguas.

Y luego, a tu redor, manos inquietas,
nudos de voces, coros de algazaras
festejando inocentes, tu escondida
población de luciérnagas intactas.

Me fui de ti. Mi corazón te añora,
¡verde pilar de aromas en la infancia!
Mi soledad te busca en libros viejos,
cartas de amor y flores disecadas,
yendo corriente arriba por los años
a la acidez impúber de tu estampa.

Y me entristece a ratos tu recuerdo,
el frutal abandono de tu dádiva,
porque en tu olor se me enredó un cariño
y con el tiempo se ha tornado lágrima.

Francisco Tobar García



LAS MONTAÑAS AZULES

Aquí he llegado,
a la edad en que el hombre se detiene;
la cumbre entre la niebla es desafío
y debiera rendirme.
¡Cansancio de buscar irrazonablemente tanto
sin saber qué buscamos! Pero he aceptado el tiempo;
los árboles son sombras y las hojas
orecidas resbalan en la estación propicia.
A mi redor hay muerte, pero siento
que en mi espíritu nacen las primeras palabras,
las que nunca dijera porque ansiaba el olvido,
el camino más fácil.

Pocas fuerzas me quedan
la víspera del viaje a las montañas
que el azul más oscuro protegiera;
mas si ella está conmigo,
mejor dicho tan dentro, ¿cabe duda?
¡Entrambos hallaremos el sendero
pocas veces hollado pues la pereza nos retiene!

Elena dice entonces: “eres
el poeta desnudo que camina
con certeza plena de llegar a ser canto;
no cubrirá tu cuerpo losa alguna.
Tú morirás en mí, como has nacido”.

Las montañas azules,
en la profunda oscuridad, me llaman.
Si me soñaste,
y soñaba yo en ti desde la infancia,
lanzo al viento esta dicha inquebrantable:
porque somos mortales, merecemos el triunfo:
mañana serán nuestras la soledad, la altura.


(de "La luz labrada" 1996)

martes, 5 de mayo de 2015

Humberto Díaz Casanueva



LOS PENITENCIALES
(fragmento)

Es tan triste
morir
sin que me expliquen
el rumbo de las aves ciegas
la cansada semejanza que me
invade
la infinita madurez del fruto
vano
La luz que tiento es un vaso
de sangre
en que cuaja el día
La muerte
una pedrada adentro
una serpiente de Dos Pechos
erguida por mis flautas

Por qué esta usura en medio
de las postrimerías?
Esta carencia
cuando el instante asoma
como un trozo de perfil
más dilatado?
Sólo preservo el curso
de mis labios
Sólo alabo el delito
de mi insignificancia

Por qué este apuro por
tragarme el mar
despeinar coronas inmensas
acribillarme de tristes
langostas?

En mi calabozo muevo la
silla
en que queda carne

Sé que siendo dejo de ser
y paso
y queda el cáliz del vino
evaporado

Cuál es la dimensíon herida
en que agiganto
mi pálida figura?

Esther de Cáceres



Cristal de amor

Cuando te veo
tan solo entre los hombres y los árboles
quiero olvidarme de este Amor en sombra
que sonríe y que arde
para cantarte y dibujar tu imagen
en el aire!

Y tengo que volver a esta penumbra
en que el amor me hace
arder y sonreír para mostrarte
en cristal solitario
tu imagen -otra vez quilla de barco
que rompe el mar y el aire!

Ay! lúcido racimo de uvas frescas
en mis manos trocado
en rojo y silencioso coral lento
como el verano!

Ya te roba tu vértigo
al cristal solitario;
vuelves a ser apasionada marcha
entre libros, y árboles, y llantos.

Yo me quedo mirándote: sólo eres
un gran viento que corre, quema y canta
amor en todo árbol
y en todos los rincones de mi alma.

Un gran viento que corre, quema y canta
y que en profundos mares del verano
desgaja, silencioso, mil corales!


Sara de Ibáñez



HORA CIEGA

Quisiera abrir mis venas bajos los durazneros,
en aquel distraído verano de mi boca.
Quisiera abrir mis venas para buscar tus rastros,
lenta rueda comida por agrias amapolas.

Yo te ignoraba fina colmena vigilante.
Río de mariposas naciendo en mi cintura.
Y apartaba las yemas, el temblor de los álamos,
y el viento que venía con máscara de uvas.

Yo no quise borrarme cuando no te miraba
pero me sostenías, fresca mano de olivo.
Estrella navegante no pude ver tu borda
pero me atravesaste como a un mar distraído.

Ahora te descubro, tan herido extranjero,
paraíso cortado, esfera de mi sangre.
Una hierba de hierro me atraviesa la cara...
sólo ahora mis ojos desheredados se abren.

Ahora que no puedo derruir tu frontera
debajo de mi frente, detrás de mis palabras.
Tocar mi vieja sombra poblada de azahares,
mi ciego corazón perdido en la manzana.

Ahora estoy despierto. Nacen al fin mis ojos
pisados por el humo, agujereando arañas,
duros estratos de algas con muertos veladores
que sin cesar devoran sus raicillas heladas.

Y te cruzo despierto, fiero tunel de ortigas,
remolino de espadas, vómito de la muerte.
Voy asido a las crines de un caballo espinoso
que vuela con ciudades quemadas en el vientre.


Voy despierto, despierto y obediente a mis manos,
con un río de pólvora cuajado en el aliento,
ahora que estoy solo y enemigo del aire,
seco, desarraigado, desnudo, combatiendo.




Mahfúd Massís



Expedición al tiempo


Lo despistado, lo roto, me sigue detrás como un caballo muerto. Lo que cayó en el paño de las indecisiones,
el agua terca, y quedó tirado en el camino.
En este vaso con un perro adentro, y que bebo solitario en esta noche, frente a resoluciones quemadas, a un ángel como si fuese de hueso, penetro otra vez en mí, desciendo en un largo viaje,
oliendo el camino, fumándome el tabaco del alma,
o interrogando al enano que vive a espaldas de mi rostro.

Pero hay una piel negra, un tiempo de labio leporino,
algo rasgado y esencial entre esta muerte de ahora y el candado seco de otras floraciones. Partieron los días, como golondrinas de arena, o la amante de tristes ojos,
y cuanto intenté rescatar está como cuero tendido. Yo te recuerdo atravesada por la jabalina del tiempo.
¡Qué largo andar ! ¡Qué largo viaje para este día !
Abarcabas el espacio negro, acariciabas el hocico de las horas, y yo, tenaz, ardiente, miserable, retrotrayendo un azar temible, un velo despedazado en el estupor pretérito,
pero lejano, irremediable, como una nube entre la pierna abierta.

(de: "El libro de los astros apagados" 1965)


Efraín Barquero




La mesa servida



Si arrancas el cuchillo del centro de la mesa
y lo entierras en el muro a la altura del hombre,
estás maldiciendo el pan con su semilla,
estás profanando el cuchillo que usa tu padre
para rebanarse la mano, para que la sangre sea más pura.
Y los hijos se reconozcan. Y no se oculten de sus hermanos.
Sólo el padre la recibe en su cabeza desnuda
ensordecido por el trueno, encandilado por el relámpago.
La recibe como el anuncio de un hijo tardío
o como el signo de una pronta desgracia.

No es una mesa, es una piedra. Tócala en la noche.
Es helada como el espejo de la sangre
donde nadie está solo sino juzgado por su rostro.
Tócala y pídele que vuelva a ser ella misma
porque si no existiera, no podríamos tocar
el sol con una mano y la luna con la otra.
Y comeríamos a oscuras como los ratones el grano.

Es la vieja mesa que nadie pudo mover.
Sólo la luz de la estación la cambia de sitio.
O los nuevos convidados con su voz nunca oída.
Y el ausente la encuentra siempre donde mismo,
siempre dándole su rostro, nunca a sus espaldas.
Porque el hombre tiene la edad de su primer recuerdo.
Y el ausente crece al caminar hacia ella.

Si la mesa está puesta es que alguien va a venir.
¿No la ha visto servida en la casa más sola?
¿No la ha visto surgir de la oscuridad
iluminada sólo por el brillo de las copas
y el color de sal fresca de todas las mesas?
Y es más bella que en el día más esperado
porque la ves con los ojos de un niño que ha crecido
o de la vieja mujer que dispone las flores.

Huelen las casas amadas a la limpieza de su mesa
y está servida en esa espera agrupada del árbol
que nadie puede recordar ni tampoco olvidar
porque todo lo que existe nació a la misma hora.
Y en el punto invisible que guía a las abejas
han puesto el pan y el vino a nuestro alcance.
Para que siempre te acuerdes al extender la mano
que estás tocando la mano de todos los hombres.


(de:"La mesa de la tierra" 1998)



domingo, 3 de mayo de 2015

João da Cruz e Sousa




Acróbata del dolor

Carcajea, ríe, con risa de tormenta
como un payaso, que desgarbado,
nervioso, ríe, una risa absurda, inflada
de ironía y de dolor.

Con carcajada atroz, sangrienta,
agita los cascabeles y convulsionado
salta, perdedor, salta payaso, absorto
por el estertor de esta lenta agonía

Te aclaman una vez y otra te desprecian
¡Vamos! aprieta los músculos, apura
esas macabras piruetas

aunque caigas sobre el suelo, tembloroso,
ahogado en tu sangre que hierve
¡Ríe! Corazón, tristísimo payaso.
Oh, elegido.

Eres un loco de inmortal locura
loco de locura suprema
La tierra es siempre tu negra atadura
ella te sostiene en la extrema Desventura.

Mas esa misma cadena de amargura
Mas esa misma Desventura extrema
Hace que tu alma suplicando gima
Y reviente en estrellas de ternura

Tu eres un Poeta, oh, un elegido
que puebla el mundo despoblado
de bellezas eternas, poco a poco

En la Naturaleza, prodigiosa y rica,
toda osadía del nervio justifica
¡tus espasmos inmortales de loco!



(De "Últimos Sonetos" 1905, Versión de Ada Pantoja.)

João Cabral de Melo Neto



Tejiendo la mañana

Un gallo solo no teje una mañana:
siempre necesitará de otros gallos.
De uno que reciba ese grito
y lo lance a otro; de otro gallo
que reciba el grito del anterior
y lo lance a otro; y de otros gallos
que con muchos otros crucen
los hilos de sol de sus gritos,
para que la mañana, desde una tela tenue,
se vaya tejiendo entre todos los gallos.

(Versión de Ángel Crespo)

 

martes, 7 de abril de 2015

Nikos Kavvadías



A BORD DE L’ “ASPASIA”



Viajabas perseguida por tu destino
hacia la muy blanca pero luctuosa Suiza;
siempre en cubierta, pálida y postrada en una chaise-longue
por la tristísima y conocida causa.

En todo momento te rodeaban los tuyos llenos de inquietud,
pero tú mirabas indiferente la lejanía.
Con amarga risa contestabas a cuanto te decían, porque sentías
que ibas ya camino al país de la muerte.

Una noche, cuando pasábamos por Stromboli,
le dijiste a alguien entre risas, con aire de broma:
“¡Cómo se parece mi cuerpo enfermo, en su fiebre,
a la ardiente cumbre del volcán!”

Luego te vi en Marsella, cuando te perdiste
entre el jaleo, sin volverte atrás.
Y yo, que sólo he amado la líquida extensión,
creo que a ti sí podría haberte amado.


(de "Marabú" 1933)

lunes, 6 de abril de 2015

Nikki Giovanni





Mi primer recuerdo (de los bibliotecarios)

Este es mi primer recuerdo:

Una gran habitación con pesadas mesas de madera sobre un suelo de madera que crujía
una hilera de persianas verdes, las luces y las sombras bajo las pesadas sillas de roble centenario
que eran demasiado altas
para que yo pudiera sentarme a leer.
-o quizá simplemente yo era demasiado bajo-.

Sea como fuera, recuerdo siempre que mi primer libro fue grande.

En el vestíbulo, sobre cuatro escalones, un mostrador semicircular presidía la sala,
a la izquierda, el catálogo de fichas,
a la derecha, los periódicos sobre lo que parecía un estante acolchado,
las portadas de las revistas expuestas de frente.

la sonrisa de bienvenida de mi bibliotecaria
la anticipación en mi corazón
de todos esos libros, otro mundo,
simplemente esperando
en las yemas de mis dedos.



 

Rita Dove


 


La tonadilla

Cuando yo era joven, la luna habló en acertijos
y las estrellas rimaron. Yo era un nuevo juguete
esperando ser recogido por mi dueño.

Cuando yo era joven, puse al día de rodillas al correr.
Había árboles por mecerse, grillos por atrapar.

Era apenas dulce, infinitamente cruel,
seductora y mimada en leche,
quemada por el sol y plateada y costrosa como un potro.

Y el mundo ya era viejo.
Y yo era más vieja que lo que soy hoy.



 

June Jordan



Estos poemas


Estos poemas

son las cosas que yo hago

en la oscuridad

y que estiendo hacia ti

quien quiera que seas

¿ya

estás listo?


Estas palabras

son piedras en el agua

que se van lejos


Estas líneas esqueléticas

son los brazos desesperados de

    mi anhelo y de mi amor.


Yo soy una extraña

que aprende a adorar a los extraños

a mi alrededor


quien quiera que seas

quien quiera yo pueda llegar a ser.


(versión de Eduardo Dalter y Nidia Santa Cruz) 


 

Angelica Weld Grimké



Dedos de hierba


Tóquenme, tóquenme,

Pequeños frescos dedos de hierba,

Elusivos, delicados dedos de hierba.

Con sus roces tímidos,

Toquen mi cara,

Mis brazos desnudos,

Mis muslos,

Mis pies.

¿Hay algo acaso que no sea bueno?

No tienen por qué temer de mí.

Pronto voy a estar lejos, debajo de ustedes,

Para que puedan llegarme, también,

Con sus dedos diminutos y tímidos.



(versión de Eduardo Dalter y Nidia Santa Cruz)

viernes, 3 de abril de 2015

Clément Magloire Saint-Aude



Fragmentos

En los cuadrantes podridos, mortificados,
Triple flor de gusanos mendigos
Marcho sobre el sonido como el impar

*

Mi tinte moro de arcángel oscuro
Es el sello celebrado
De un vivir jadeante y cansado
Más que el guía de tu tía

*

Fuera de las ínfulas de mi sol anticuado
¿Soy acaso el que interpreta los siglos,
El viento esculpido del centauro?

*

Desciendo sin arraigo y repetido
Sobre un cabello con prefacio de mis dedos
y como temeroso del escalofrío
Adonde se dirige, paz, mi corazón

*

Mi perro avanza
Hacia el estandarte de mi muerte
Legible en la sal de mis pestañas.
Tal lícito y repetido
Sobre el camastro del sectario
Bellas solicitadas y grandísimas
Cuento hasta treinta y me inclino.
Imploradas por mi bosquejo,
Pesado, desusado, envejecido
¿Soy artífice
En los misales de mi sudario?

martes, 31 de marzo de 2015

Gabriela Piccini



Troquelados IV

No cualquier hombre nunca tuvo un perro
Hay cosas que no tienen sentido
ni se les puede poner
pero otras
sin embargo
tienen más de uno
multilplican

La voz
es una y suficiente
pero la gota cae
desde el último disparo y al revés
hacia la noche
que siempre trae dentro de si un alba redonda
una luz estímula a perpetuidad



Franco Rivero




Olfato y gusto


en el campo
una mañana
el olfato
me despertó


la tía maría
tenía una bandeja
llena
de chipá cuerito
sobre la mesa


y en unos jarros
de loza
había puesto
azúcar con canela


junto al fuego
ella era un mito


cortaba la masa
en bollos chicos
los estiraba
con ambas manos
formaba una torta
redonda
pareja
y en el medio
le hacía un pocito
por donde saliera
el aceite


una alquimia dorada
musical
le advertía el color justo
por el sonido
ya calmo
del aceite hirviendo
la hacía gotear
la retiraba






lavate la cara chanco
me dijo
acá hay agua
está tibia


olor a humo
tenía el agua
olor
a humo


feliz estaba yo
despierto






en el corral
acarició el lomo
de una vaca


dame tu jarro
dijo
se agachó
y ordeñó
dentro
de él


un chorro blanco
fuerte
con sonido a sifón
salía de la teta
me hacía reír


tomá hijo
desayuná


a mí
no me gustaba
la leche
de vaca
mordí
un chipá cuerito
haciendo tiempo
y coraje


es que mamá la hacía hervir
que largara la gordura
la juntaba con una cuchara
se la comía
y quería
que comiéramos nosotros


pero probé
y fue una magia


quería más


quería más


se va enojar el ternero
me dijo
y me reí


mucho me reí
y tomaba leche
comía chipá cuerito
me atoraba
riéndome mucho
porque todos se reían
de mí
que
reía mucho
para ser tan temprano


te vas a empachar chanco
me dijo la tía


y me empaché


olí un hogar
lo probé


era de humo
de chipá cuerito
de canela
con azúcar




                                        a maría nieve lópez, en dónde esté

miércoles, 18 de marzo de 2015

Paulina Vinderman



Escalera de incendio

Me asomo a la ventana como todas las tardes
para escribirte.
Este cielo es tan pálido que da miedo mirarlo
(y de los jacarandáes con el abuelo basta.)
Sé que estoy viva, es decir
camino calles y Veo el trabajo del azar
en la arboleda.
Nada resplandece en los papeles que rondo,
el muchacho de la batería toca de seis a siete
mientras su madre visita amigas
con alguna receta para dejar de amar.
En todo caso la soledad es la que resplandece
y a veces la sequía,
quiero ver al infinito revolotear
en esa torpe batería:
una señal, la traición de una señal, la ficción
de una señal.
Nada es seguro, ya ni siquiera me desvelo
por una palabra para hacerle feliz.

(de "Transparencias" 2005)



Roberta Iannamico




El peinado

Pensé que era una mariposa
pero era
un pequeño murciélago azul
apareció de noche
mientras dormía
para que no me molestara
con su revoloteo
lo atrapé
lo puse abajo de la almohada
y seguí durmiendo
cuando me levanté
flor que me peinaba dijo
no te asustes
pero tenés en el pelo
un murcielaguito azul
era lo que temía
lo que quería evitar
pero estaba ahí
agarrado a mi pelo
como un broche lujoso.



Alessandro Parronchi




Gatos


Cuando, una vez liberados de las ataduras

de una existencia demasiado larga, se esparcen

estos huesos libres, en vuelo eterno

yo encuentro la paz, ¿cómo vivir

un mundo sin estas maravillas

que de vez en cuando regocijaron en vida?

Así, sentado, absorto en el aliento

mutuo de un universo amigo

qué sorpresa sentirse junto al pelo,

el ronroneo de uno, o de tantos a los que hemos amado,

gatos, queridos compañeros, ¡sucédanse!

no solos, pero los más discretos, únicos

en salvar un fresco oasis de silencio

y de concentración.




(de "I giorni sensibili", Firenze, 1941

la versión es mía)


Mario Luzi




Donde no estabas


Donde no estabas, cuánta paz: el cielo

entre los árboles estuosos recogía

la blanca ofrenda de las calles, un rostro

relucía en la sombra de las fuentes,

la médula de miel

atenuaba el pesar de los transeúntes

y la beldad brillaba,

se perdía fragmentada entre las calles

esplendentes en el silencio ventilado.



Ni imagen, ni memoria, ni sueño.

El rostro de la ausente era una espera

espejada en la primera estrella opaca

y ni siquiera en ella estabas, habías caído

fuera de la existencia;

el candor entristecía las encrucijadas

y no era el anochecer,

era la blanca verdad indolente

en lo hondo de mi tumulto, imperceptible.


(de:"Quaderno gotico, Florencia, 1947;

versión de Horacio Armani)


Giorgio Caproni






Larghetto

    Tras la barrera, acaso.
Acaso, tras de la aduana
de agua…

               Donde el canal
va por la hierba y el viento
ya es campestre…

                            Prueba.

  Ahí está la infancia.

                               Prueba.

   Está la infancia que tiembla…

     Ahí aún el mutilado
de un brazo, con la izquierda
(recuérdalo: te lo ordenaron
—siendo apenas un niño, entonces,
que sonríe a los tigres)
descarga la pistola
sobre el escrito que le sostienes…

                                             Vé…

     Prueba donde el rebaño
es una nube en el prado.

   El viejo de ojos
oscuros…

               Puede ser él.

    Prueba donde el pavor
vulnera el cielo, y el aliento
(recuérdalo: fuiste intimado)
tiembla como el vellón
de los arbustos…
                          Tras

la barrera…

                  Tras
de la Aduana de Agua…

                                Donde
—sin arboleda y sin
carpa— yo,
en los iris de aluminio
de los tres, no reconocí
ningún Dios de exterminio.

       Prueba.

                 Más allá del mal
y del bien.

              Donde
parece acero el viento
y una daga el canal. 


sábado, 14 de marzo de 2015

Sonia Díaz Corrales



Suposiciones acerca de la garza



Siendo tan mínima la garza,

cuando da el pecho al aire,

supongo

que debe llevar el corazón por fuera.

Porque ese regio vuelo

no podría hacerse

con un corazón que quepa en el pecho de la garza

y digo supongo

porque sé que el corazón a veces

se convierte en lo que sostiene

también a la garza.

La garza no es más que corazón

en esa inmovilidad donde es perfecta

ardido blanco sobre el cielo.

Reina María Rodríguez



Cámara secreta

dentro de un cofrecito de ébano
junto a la cama mortuoria de Tutankamen yacen
los fabulosos tesoros del joven rey en el Nilo.
allí encontré una pieza dorada
como una muñeca, o una antigua miniatura india.
alguien me permitió abrir y quizás ver
aquel secreto que soñaba
(en cada sueño perdemos evidentemente
una inocencia) soy otra vez Pigmalión
siempre a la espera de cualquier milagro.
si uno va todo el camino junto a las cosas,
uno puede cubrir todo el camino de ficciones
y ciertamente uno recibe su recompensa
siempre completamente diferente
a la esperada. si alguien,
al menos durmiera sin estar muerto
junto al cofre de un rey
y recibiera un sueño como el mío,
-la miniatura de cristal de Atlántida-
entraríamos de una vez en la inocencia.


viernes, 13 de marzo de 2015

Ramón María del Valle-Inclán





11

¡Verdes venenos!¡Yerbas letales
de Paraísos Artificiales!

A todos vence la marihuana,
que da la ciencia del Ramayana.

¡Oh! Marihuana, verde neumónica,
cannabis índica et babilónica.

Abres el sésamo de la alegría,
cáñamo verde, kif de Turquía.

Yerba del Viejo de la Montaña,
el Santo Oficio te halló en España.

Yerba que inicias a los faquires,
llena de goces y Díes Ires.

¡Verde esmeralda -loa el poeta
persa- tu verde vistió el profeta!

(Kif -yerba verde del persa- es
el achisino bhang bengalés.

Charas que fuma sobre el diván,
entre odaliscas, el Gran Sultán.)


(de  "La pipa de kif ", 1919)

martes, 3 de marzo de 2015

Robert Lax




el arte

como

un 


ins
tru
mento

de 

paz

---

paz



amor



alegría

---

¿podría

ha

ber

ha
habido




algu
na
vez


un


lo


nuevo

pensamiento


en

el

mundo

?

(de "Una cosa que es" 1997,versión de José Luis Bobadilla)


Abū Nuwās al-Hasan Ibn Hāni' al-Hakamī



XVII 



El vino arde generoso en la copa

como un astro luminoso en el cielo

o una luna llena en la noche.

Si pudiera mezclarlo con la oscuridad

disiparía sombras y tinieblas.

Grandes placeres depara a aquellos

que lo beben sin temor ni recelos.

Sus burbujas como perlas dispersas

el agua enhebra en la mezcla.

Siempre hablo a la copa antes de beber:

a ella, confidente, cuento mis secretos.



.........................



Copero, escancia al amigo

que bebe lo que yo dejo


y a mí sírveme del vino


que haya dejado en el tazón. 


Bebo yo de lo que él deja,


bebe él de lo que dejo yo,


como los que se han enamorado.


Llegaste a mí mensajero


y de tanto ir y venir


te convertiste en copero. 




viernes, 27 de febrero de 2015

Dacia Maraini



El murciélago vuela bajo

el murciélago vuela bajo
se posa sin aliento
sobre una fuentecilla seca
el plátano agita
sus hojas enfermas
se cubre de gotas viscosas
nosotros tendemos las cuerdas
de un teatro de hierbas
en este verano terminal
de contornos deshilachados
un teatro de verano
en el vientre de Villa Borghese
entre ajados papeles y otros ciudadanos prodigios
un tenaz sueño romano
el teatro de la verdura
con sus telas marrones y celestes
el suelo de tierra
atravesado por raíces amarillas
como codos encallecidos
nuestros pensamientos vuelan
al encuentro de la luz de una razón descuadernada
mas ya dispuesta a convertirse en carne y en palabra
bajo el juego irresistible de los reflectores,
Villa Borghese se toca con un aire lánguido
hacia las siete de la tarde
en la leche de hojas durmientes
nos alcanza el grito del león
desde detrás del muro del zoo
en la pajarera gigante
vuela furiosa un águila prisionera
nosotros levantamos la tela
con sus franjas ribeteadas
para cubrir el escenario
de nuestros desmedidos artificios
una mariquita se posa sobre un dedo
leve, esmaltada, roja y negra
se parece al dorso
de una cucharilla de Sévres,
apuesto a que nos traerá suerte


(Versión de Miguel Ángel Cuevas)


Marina Coronel



Máxima


La proporción de un juramento
se mide en la voluntad del paso.
En las tardes
o en las noches,
no importa,
el peso es el mismo.
La ventaja que se tiene
es la del extraño,
una rara incertidumbre
con olor a cítricos,
a árboles frutales,
azaleas.

El párrafo que se memoriza
es el del espanto.
Todos los estilos convergen
en una misma voz de inclemencia. 

(de: "Cartografía" ed. En Danza, 2014)


viernes, 20 de febrero de 2015

Bénédicte Houart




Hay collares que son correas



hay collares que son correas
hay mujeres que son perras
ciertos hombres, perros rabiosos

a los perros propiamente dichos
no se les ha perdido nada aquí
aunque metan el hocico en todas partes
olfateando cosas imaginarias
y, además, no hablan, ladran,
tienen razón seguro




(de "Vida: variações" 2008)

Lorine Niedecker



Otoño


Hielo
en el cubo de los pececillos

y una escuela de hojas
río abajo


*
El cubo de la basura anoche
ahumado con papel encendido
Esta mañana
con el sol arde
la helada


*


El niño tiró el periódico
y falló
Lo encontraron
en el seto


*
La tapa de la lata de palomitas
clavada a la pared
sobre ese agujero
                           para que así el frío
no se cuele dentro


*
La verdad
da calor


Se ruborizó
cuando lo dije


antes de que viniera
nunca me ponía collares


*
Las luces, levantan
partes bien opuestas
este blanco
                    ágil piojo
rosado pájaro


*
Oh otoño tardío
en el pantano—
                        Allí
me violó la seca
maleza al acoso

Verónica Pérez Arango



Aquel domingo fuimos al acuario para ver
los caballitos de mar.
Caminábamos lento
por la avenida
tu mano pequeña dentro de la mía
palpitaba la primera vez
y las migas pegadas en el sudor de la tarde.
Creíamos los dos lo mismo
que ahí adentro el agua sería cristalina
que los peces
se moverían ágiles 
luciendo escamas y aletas preciosas
que las burbujas subiendo a la superficie
serían nuestra música marina.
Los dos creíamos lo mismo. Pero no.
Todos los animales nadaban bajo un agua turbia
y entre rocas repletas
de moho y virutas de alimento balanceado.
Nos costaba ver
a través de los vidrios que estaba prohibido golpear
los tubitos de goma que les llevaban oxígeno
a las branquias anaranjadas
casi no funcionaban.
Había olor a pescado podrido.
Y a los caballitos de mar
no los vimos nunca.

(de "Un dibujo del mundo" 2014)